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Retablos funerarios sobre ruedas

Retablos funerarios sobre ruedas

La Empresa Mixta de Servicios Funerarios de Madrid custodia una de las colecciones de vehículos funerarios más importantes de Europa

Alberto Ferreras

Sábado, 1 de noviembre 2014, 07:41

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Nueve vehículos únicos, algunos de ellos a medio camino entre una carroza tirada por caballos o mulas y automóvil. Todos se encuentran bajo el techo de una nave cerrada al público emplazada dentro de las instalaciones del madrileño cementerio de la Almudena.

En sus comienzos fueron carruajes de lujo, cuyos servicios sólo estaban al alcance de altas personalidades, artistas, políticos o ciudadanos adinerados que solicitaban su servicio para el último viaje. Según fue avanzando el siglo XX fueron quedando relegadas y sin uso, pero al mismo tiempo se iban convirtiendo poco a poco en auténticas piezas de artesanía. Sin embargo, y pese a su antigüedad, aún se recuperó a alguna de ellas para hacer servicios puntuales a finales de los años 70.

Una de ellas, la montada sobre el Studebaker, fue la última de las nueve que salió para realizar un servicio funerario. Se restauró para trasladar, en enero de 1986, el féretro del que fue alcalde de Madrid, EnriqueTierno Galván, desde la Plaza de la Villa hasta la Plaza de Cibeles. Pero el riesgo a un sobrecalentamiento del motor desaconsejó en el último momento su uso para tal fin. Y es que el motor de seis cilindros de este vehículo, fabricado en los años 30, con una carrocería de tres toneladas de peso, no hubiera soportado el esfuerzo.

Entre cariátides, serpientes bicéfalas, relieves con motivos florares, ángeles custodios que observan silenciosos desde lo alto de las carrocerías o sobre las tapas de los radiadores, en la colección destacan tres tipos de carrozas (como realmente hay que denominarlas): las que montan el armazón trasero sobre ballestas, las fabricadas expresamente como vehículos funerarios motorizados, y las blancas (sólo hay dos). Las primeras son las más antiguas, pasando de ser tiradas por animales a ser montadas sobre el bastidor de un vehículo a motor, generalmente de fabricación norteamericana. Las segundas son automóviles de origen, es decir, que no fueron adaptadas con el paso de los años. Y las terceras, las blancas, son las que se destinaban a transportar féretros de niños o doncellas, ya que ellas también tenían el derecho a ser transportadas en una carroza de este color.

Fabricadas en madera, acero, oro, cristal, caucho, cuero y tejido, las carrozas fueron restauradas recientemente por expertos de Bellas Artes, y aunque no se encontraban en mal estado, recuperaron todo su esplendor. Sin embargo, la mecánica es su punto débil. En la actualidad, las carrozas motorizadas se encuentran suspendidas sobre cuatro soportes de madera, y aunque algunas evidencian los achaques del paso del tiempo, conservan íntegras sus mecánicas.

Estas carrozas Lincoln, Studebaker, Latil son piezas de artesanía rodantes. Algunas sobresalen por sus apodos. Como la llorona una carroza montada sobre chasis francés Latil, en cuyo lateral derecho yace una figura arrodillada en actitud penitente, de estilo modernista. Es la carroza más simple en ornamentación, pero quizás por esa razón puede tratarse de la más bella de todas las conservadas.

José Luis Andrés, jefe del Departamento de Cementerios de la Empresa Mixta de Servicios Funerarios de Madrid es el responsable de la custodia y conservación de estos vehículos. Además de este cometido, ha ido recopilando algunos otros objetos, entre los que destaca un pequeño carruaje cubierto con capacidad para cuatro personas, tirado por una mula, en el que los enterradores eran trasladados desde la plaza de toros de Las Ventas hasta la puerta del camposanto. Un trayecto que hoy se hace en menos de cinco minutos (si el tráfico lo permite), pero que en aquellos años se empleaba más de mediar hora, campo a través.

El empeño de José Luis es, que en dos o tres años, esta colección se pueda abrir al público bajo la denominación de museo. De momento, las nueve carrozas fúnebres permanecerán inmóviles en el lugar donde se encuentran ahora. Allí su preservación está garantizada, esperando ser admiradas por el público en un futuro que parece cada vez más cercano.

Mientras tanto, desde cada carroza, sus ángeles custodios y la llorona serán los únicos que, en silencio, las puedan seguir contemplando.

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