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Juan Carlos de Borbón y José María Aguilar sentados a la mesa, durante la comida. :: JALÓN
Como un rey en Santo Domingo

Como un rey en Santo Domingo

La visita del rey Juan Carlos a Ezcaray trae a la memoria otra visita real, con comida incluida, a la comarca

DIEGO MARÍN ABEYTUA

Domingo, 19 de abril 2015, 01:02

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Hace una semana el rey Juan Carlos I sorprendió sentándose a la mesa del restaurante Echaurren de Ezcaray. Regresó por unas horas al pueblo en el que de joven realizó prácticas militares. En la década de los 50 la Academia General Militar de Zaragoza acordó con el Ayuntamiento de Ezcaray que sus cadetes practicasen en sus montes: ascender cañones con mulos hasta Bonicaparra, escalar la picota de San Torcuato...

Eran cientos de jóvenes militares y, entre ellos, en 1957, estaba Juan Carlos de Borbón, nieto del entonces último rey de España (Alfonso XIII) y residente en Estoril (Portugal). «¡El de la bota!», así le identificaron los vecinos entre todos los uniformados con el traje gris plata, porque portaba un pellejo a modo de cantimplora. Después de pasar parte del verano en Ezcaray, el día de su marcha era un acontecimiento. En Santo Domingo de la Calzada se celebraba una fiesta, las autoridades recibían a los altos mandos en el Casino, había desfile, calderetas en el paseo de La Carrera y, por la tarde, la banda militar ponía la música en El Espolón. Todas las muchachas revoloteaban por las calles durante toda la jornada, esperando a que algún cadete les invitaran después a bailar.

Era julio y el exalcalde calceatense José María Aguilar acudió al Casino a saludar al director de la academia militar Emilio Alamán. Allí, Juan Carlos, muy campechano, preguntó a Alamán: «Usted, mi general, ¿dónde va a comer?»; y este contestó: «En casa del señor Aguilar». Ante tal tesitura, Aguilar no tuvo otra opción que añadir: «Si su alteza desea venir, yo encantado».

Lo cierto es que, ya fuera en estos casos, o en fiestas del Santo, Aguilar acostumbraba a invitar a amigos y autoridades a su casa de la calle San Roque. Y siempre contaba con Rufina Ibáñez como cocinera. Rufina había trabajado en los hoteles Capota y Comercio y también en el restaurante Echaurren. Cada vez que había una celebración en Santo Domingo o los pueblos de la comarca, la llamaban para preparar el banquete de comunión, boda. «Iban a buscarla en carro y se tiraba una semana preparando todo, porque entonces no había frigoríficos», recuerda su nieta, M.ª Concepción, «y pedía la voluntad, a veces le daban dinero y otras le pagaban en especie, con chorizos, huevos, conejos, gallinas.».

Rufina había preparado un menú compuesto por entrantes, menestra de verdura, consomé, merluza en salsa y cordero asado. Pero lo que más le agradó a Juan Carlos fue el postre. «Las fresas con nata le gustaron mucho. Fresas de Santurde, que ya no hay», recuerda María Jesús Aguilar, hija del exalcalde, que opina que el entonces futuro rey de España «era extraordinariamente simpático». «Tenía mucha postura y mucha clase. Pero no era fotogénico, al natural era más majo», añade. Precisamente para retratar aquel momento casero acudió Jalón, fotógrafo recién llegado al pueblo, que se estrenó con una imagen que, aún recuerda, fue la que más vendió en Santo Domingo.

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