¡Qué vergüenza!

¡Vaya subidón! Empiezo de titular. Espero que salgan las cosas bien, hay mucha expectación. De momento he ganado el sorteo entre los capitanes y he elegido sacar en la segunda parte, es lo que tenemos hablado con el entrenador.

Uf, tremendo el ritmo que lleva la primera parte. A ver si soy capaz de hacerle llegar el balón a Juan, que está en el pivote. No. Me lo han quitado y nos han marcado gol. ¡Mierda! El entrenador me sienta en el banquillo. Normal. Habrá que esperar.

Salimos del vestuario para jugar la segunda parte. Vamos empatados y ¡vuelvo a salir de titular! Ahí siguen mis profes, mis amigos, padres, madres... y ese murmullo en la grada, la banda sonora de los partidos importantes. Nos jugamos clasificarnos para el campeonato de España. Ellos no son nada malos, ¡vaya golazo nos acaban de marcar! Va a ser muy complicado ganar. Cada minuto que pasa sube la intensidad dentro y fuera del campo. Se van calentando los ánimos. Últimos minutos. Penalti a favor, lanzo y marco. Gol. Vaya subidón. A defender tocan. Creo que tenemos opciones de ganar.

Estamos en la jugada decisiva. Atacamos para vencer. No sé explicarlo muy bien con palabras pero noto algo especial dentro de mí. Siento que voy a ser el protagonista del partido. Es algo irracional y difícil de comprender pero tengo la sensación de que este partido no se me va a olvidar nunca. Ordeno jugada y ¿pero qué pita el árbitro? ¿Por qué detiene el partido? Levanto la vista y veo una pelea en la grada. Una nube de brazos moviéndose, empujones, gritos de histeria y... ¡mi padre! Mi padre ha empezado una pelea en la grada donde están mis profes, mis amigos...

¡Qué vergüenza! Me gustaría desaparecer, que me tragase la tierra. Pero si yo he venido a divertirme, a intentar que sea el día más feliz de mi vida, ¿por qué tiene que acabar así esta mañana tan bonita?

Si mirásemos todo con los ojos de un niño, ¿no irían las cosas mucho mejor?